relaciones normalmente quedan severamente dañadas. El conflicto nos quita tiempo, energía, dinero y oportunidades imposibles de medir en el ministerio o en los negocios. Lo que es peor, puede destruir nuestro testimonio cristiano. Cuando hay creyentes enredados encarnizadamente en desacuerdos o fríamente distanciados entre sí, son pocas las personas que prestarán atención cuando intentemos hablarles del amor reconciliador de Jesucristo. Pero ocurre también lo contrario. Cuando los cristianos aprenden
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